Una queja
frecuente por parte de muchas mujeres es que los hombres sienten menos deseo de
mantener caricias, o no dedican tiempo suficiente a dichas caricias,
especialmente en zonas del cuerpo no genitales. Los hombres, en cambio, se
quejan con frecuencia de que su pareja siente menos deseo que ellos ante las
relaciones de coito. Estas diferencias se ponen de manifiesto también en la
mayoría de estudios sobre sexualidad masculina y femenina, y es que en general,
existen diferencias entre la erótica de mujeres y de hombres…
Con frecuencia se
observa que el erotismo femenino se encuentra más repartido por todo el cuerpo,
por toda la superficie de la piel. Además, las mujeres (en general) tienen
menos erotizados los genitales que los hombres, algunas mujeres incluso, no los
han erotizado en absoluto, no han aprendido a estimularlos, a masturbarse, ni
tampoco a tener orgasmos.
Por otro lado,
las mujeres que sí han aprendido a erotizar los genitales, suelen disfrutar más
con caricias en los genitales (con la mano, boca, etc.) que con el coito,
debido a la posición del clítoris. En cuanto a los hombres, el erotismo
masculino tiende a concentrarse con más frecuencia en los genitales. A veces,
el hombre no ha erotizado el conjunto de la piel, sino que ha erotizado
principalmente la zona genital, y no concibe un encuentro erótico si no está
presente de algún modo la estimulación de dicha zona genital (y especialmente,
el coito).
Un aspecto que
influye en estas diferencias es la educación diferencial que se proporciona a
mujeres y hombres. A las niñas no se les enseña, precisamente, a conocer y amar
sus genitales, y a los niños, con frecuencia, se les acaricia menos y no se les
enseña a valorar el contacto físico (besos, abrazos…) en la misma medida que a
las niñas.
Por supuesto, hay
que recordar también que estamos hablando en general, hay hombres particulares
con el erotismo muy repartido por el cuerpo y mujeres particulares con los
genitales muy erotizados.
¿Qué suelen desear las mujeres (en general)?
Es frecuente
encontrar que las mujeres heterosexuales se quejan de que si su pareja (hombre)
las acaricia, es porque desea una relación coital (o, como mínimo, genital), y
el uso de la caricia es un instrumento para “poner a tono” a la pareja. Muchas
mujeres afirman que desearían intercambiar más caricias con su pareja, sin que
esto necesariamente, tuviera que acabar en un encuentro genital o coital (a
veces sí, a veces no, pero no necesariamente siempre).
En ocasiones,
también se menciona por parte de muchas mujeres que las caricias utilizadas por
sus parejas son demasiado “directas”, concentrándose principalmente en zonas
tales como senos, genitales, nalgas, etc., descuidando otras zonas que para la
mujer, sin embargo, resultan muy placenteras. Y cuando la mujer ha aprendido a
erotizar sus propios genitales, usualmente afirma disfrutar más con caricias en
los genitales (con la mano, con la boca, frotando sus genitales con el cuerpo
de la pareja) que con la penetración.
¿Qué suelen desear los hombres (en general)?
El hombre, en
cambio, ha sido educado para concentrar su erotismo en sus genitales y en los
genitales de la propia pareja, con lo cual con frecuencia no ha aprendido a
erotizar el resto de su cuerpo, y percibe las caricias en zonas no genitales
como muestras de afecto o cariño, más que como contactos eróticos. Por ello, en
las relaciones eróticas gusta en menor medida las caricias con su pareja, o
bien las usa como “preliminares” (en general, no olvidemos que todos los
hombres no son iguales y no todos tienen los mismos gustos).
Además, si hay
contacto genital, el varón suele preferir el coito, que es adecuado para su
propio orgasmo pero en la mayoría de las ocasiones no para el orgasmo femenino
(para el orgasmo femenino serían más adecuadas las caricias cerca del clítoris
con las manos, boca, etc.). Obviamente, como consecuencia de esto, la mujer
tarda más en excitarse, o incluso en muchos casos no se excita o no disfruta.
Pero los hombres
también se encuentran con una dificultad añadida: por el rol pasivo que en
muchos casos asume la mujer, tampoco le comunica a él sus preferencias
eróticas, o si lo hace no suele insistir sobre éste punto (pensando que lo que
él hace será “lo normal”).
Crear puntos de encuentro
A muchas parejas
les beneficiaría aprender a disfrutar de las caricias por sí mismas, sin usar
siempre la caricia como un camino hacia el coito o hacia el encuentro genital.
A las mujeres en
general les beneficiaría aprender a conocer y amar los propios genitales, como
una parte más del cuerpo que también es hermosa, y que puede producir
sensaciones agradables. En este sentido, la mujer podría aprender del varón,
que suele conocer y tener muy erotizados los genitales.
También a la
mujer en general le vendría bien desprenderse un poco del rol pasivo que
tradicionalmente se le ha asignado, y aprender a tener orgasmos por sí misma
(en la masturbación, por ejemplo), para después poder compartir este
conocimiento con su pareja (o para disfrutar a solas).
A los hombres en
general les beneficiaría aprender a disfrutar de caricias en zonas no
genitales. En este caso sería el varón el que podría aprender de la mujer a
disfrutar de la erótica de todo el cuerpo (no sólo la genital), con lo cual
tendría más posibilidades para el placer. También se beneficiaría el varón de
un rol más pasivo en la relación, que le libraría de la carga de “ser siempre
el experto o el director de los encuentros”. Y por supuesto, ambos se
beneficiarían de aprender a pedir, de comunicar los propios gustos, y escuchar
y atender (en la medida de lo posible) los de la otra parte.
Todo el cuerpo
tiene sensibilidad, toda la piel puede producir sensaciones agradables…