El reciente éxito de novelas eróticas como 50
sombras de Grey han reavivado el interés por una antigua cuestión, ¿hasta
que punto es bueno tener fantasías sexuales? “Las fantasías son
fundamentales. Es imposible tener una sexualidad sin fantasía”, afirma
Christian Thomas Torres, médico ginecólogo, terapeuta sexual, sexólogo y
directo de Centro de Estudios de la Sexualidad Chile .
Según explica, es lo que nos lleva a disfrutar, gozar de una relación
sexual y que marca la diferencia con el reino animal que se aparea con la sola
intención de mantener la especie. “Nuestro cerebro tiene la capacidad de
fantasear e introducir juegos, elementos imaginados o reales, donde caben otras
personas u objetos eróticos que van enriqueciendo las posibilidades de sentir
placer”, dice.
Para el especialista, por tanto, no hay sexualidad humana sin fantasía.
Incluso, para María Eugenia Brante, psicóloga Universidad San Sebastián son
parte del desarrollo psicosexual normal desde la niñez, que es cuando se forma
la sexualidad.
“Un desarrollo sexual normal va en relación al desarrollo también
de la capacidad cognitiva, emocional, y las fantasías de todo tipo, porque son
parte de la creatividad y el desarrollo emocional. El órgano sexual más grande
que tenemos después de la piel, es el cerebro, no podemos olvidarlo”,
advierte.
Buscando los límites
En el best seller del momento –considerado literatura de baja
calidad para porno mamás- la trama gira en torno a las experiencias
sadomasoquistas que el protagonista somete a su joven e inexperta pareja, quien
sin atajos se somete a sus instintos.
“Él tiene la capacidad de mostrar a una persona ‘normal’ todo lo
que se pierde si no explora en su sexualidad en la vida real y no en la fantasía,
cayendo en la perversión pues no conoce límites y además, vive una doble vida
donde disfruta de una sexualidad distinta”, retrata Christian Thomas.
En este caso, dice el sexólogo, el placer de Christian Grey está en el
poder hacer gozar al otro y no en su propio goce, y por tanto, no le interesa
mucho el encuentro sexual sino todo lo que arma para mostrarle esas
posibilidades a su pareja, Anastassia.
“Una vida sexual normal no está definida por límites sino que en
consensuar hasta donde llegamos”, define.
“Sexo vainilla”
La sexualidad en la pareja estable suele vincularse a lo rutinario,
permitido y establecido. Pero esa es una realidad según María Eugenia Brante,
está cambiando: “Hoy, la pareja estable, matrimonio o convivencias estables
se permiten, más aún, buscan complacer al otro y en eso dar rienda suelta a
deseos, pasiones, lugares, espacios, incluso a prácticas que para muchos caen
en la perversidad”.
En ese sentido, el terapeuta sexual, Christian Thomas señala que el cómo
se viva la sexualidad está marcado por las pautas que la misma sociedad va
estableciendo.
Por eso se explica que, en las “Cincuenta sombras”, el tener sexo
vainilla o en posturas tradicionales, sea catalogado hoy como “fome”, ya que
con tanto estímulo sexual dando vuelta en todos las áreas de relación humana,
las fantasías son explosivas y “la” vía de escape que enciende la rutina diaria.
Sobre todo cuando el sexo ocupa un lugar destacado en los pensamientos diarios.
Pero, las fantasías sexuales pueden ser de todo tipo. Aunque muchas
veces en los libros, películas o canciones aparecen más ligadas a lo “prohibido”.
Sin embargo, para la psicóloga, existen muchas fantasías que no son perversas. Señala
que son, por ejemplo, románticas, exóticas, aventureras, representando en el
fondo el plano más inconsciente de lo que cada uno de nosotros no somos. “Es
decir, lo que más nos cuesta mostrar o expresar y por tanto, llevar a la práctica”,
sostiene la psicóloga.
Por lo que, asegura el sexólogo, lo normal en las fantasías se concensúa.
En lo perverso, uno usa al otro. En ese borde y en otro extremo están las
parafilias, como el fetichismo, exhibicionismo, sadomasoquismo o el voyeurismo,
entre otras. Son reseñadas como perversiones que se caracterizan por obtener
placer a través de un único y exclusivo ritual, que a juicio del experto
Thomas, son donde menos fantasía ocurre. “Son un empobrecimiento extremo de
la sexualidad”, indica.